¿Nos comunicamos?
Nunca se insistirá lo bastante en la importancia que tiene el poder de la comunicación. La fuerza curadora que la misma posee En el ámbito de lo familiar el diálogo con los hijos por Ej., es vital para anticipar y/o evitar conflictos que pueden en algunos casos marcarlos de por vida.
Sintéticamente en toda comunicación están presentes un emisor (el que dice), un receptor (el que escucha) y lo dicho (el contenido).Estos tres componentes deben funcionar perfectamente para que una comunicación sea adecuada. En este momento me interesa centrarme en el receptor para marcar lo difícil que es escuchar al otro. Y lo es porque es difícil dejar de lado nuestro punto de vista, es decir, aquello que queremos oír, interpretando los mensajes que el otro emite desde nuestras necesidades, intereses y pensamientos. Por ejemplo si un hijo nos transmite un problema que lo angustia y nuestra necesidad pasa por negar esa angustia del hijo porque nos angustiaría a nosotros como padres, difícilmente podamos comunicarnos
Vemos al mundo, escuchamos al otro, desde nuestros pensamientos y emociones desde nuestros preconceptos y prejuicios. Esto quizás esté bien y no pueda ser de otra manera; pero cuando esta visión es lo suficientemente rígida e impide ponerse en el lugar del otro para comprenderlo y escucharlo, estamos en un problema.
Es necesario atender el punto de vista del hijo, el tiene su verdad, aunque a veces equivocada desde la visión de los padres. Solo la comprensión y el intento por salir de este cómodo lugar llamado nuestros valores y principios, no para abandonarlos, por supuesto, sino para intentar comprender los del otro. nos llevará a un diálogo más saludable. Esto que es importantísimo en relación a los hijos es necesario hacerlo extensivo a todos los vínculos: salir de nuestras verdades para que al volver nos hallemos más ricos.
Quizás una de las mayores dificultades en el proceso comunicacional sea, por ej., la brecha generacional con los hijos. A medida que el ser humano evoluciona en edad muchas veces no lo hace en comprensión sino que lo que ocurre es una estructuración y rigidización de ideas que se anquilosan y no permiten incorporar otras diferentes a las que ese proceso evolutivo logró establecer. Por supuesto que esto a veces obedece a dificultades propias de la edad y es hasta natural que así sea. Dependerá también de factores socio-culturales y de educación, de pautas que esos padres han asimilado de los suyos. Pero esto no quiere decir que no sea importante replantearlo e intentar la modificación necesaria para que el hijo no se aisle a partir de sentirse incomprendido. Suele verse, por otra parte, en jóvenes de entre 25-30 años donde el cuerpo de ideas ya está lo suficientemente formado, pudiéndose anticipar en consecuencia, que en ellos también la plasticidad necesaria para ir amoldando las mismas a las necesidades que vivirán será difícil adquirirla. Tal es la fuerza de los mensajes paternos. Entonces lo que se advierte, dicho de un modo exagerado para que se entienda, con algunos matices distintos, la repetición de lo mismo. Esto es, de la incomunicación.-