Indifelidad: ¿por qué?

El ser humano a lo largo de toda su vida se halla en lucha despareja y constante entre poderosas fuerzas interiores que intenta armonizar o equilibrar para subsistir y adaptarse en la sociedad que le tocó. Estas fuerzas son : el impulso, la emoción y la razón. Siendo la razón, la capacidad de pensar, el escalón (no el último) que ha podido alcanzar.

¿La infidelidad a qué responde? ¿al impulso? ¿a la emoción? ¿a la razón? Respuesta: a una mezcla de los tres. El impulso como tal es la fuerza más primitiva, poderosa y constitucional, viene con el hombre, habla de su esencia. ¿Cómo encauza esa esencia sin dañarse y sin dañar? ¿El ser humano por esencia es monógamo (hombre de una sola mujer, mujer de un solo hombre) o polígamo (necesita de varias parejas)? Es polígamo. La sociedad, la cultura para organizarse y ordenarse apeló a la represión de este impulso polígamo (lo inhibió, lo bloqueó, lo postergó). No había otra forma aceptable de conducirse. A medida que la historia avanza, de a poco pero sostenidamente, se van cuestionando y modificando valores que eran intocables, y el ser humano se va adaptando, obviamente, a estas modificaciones. La infidelidad debe entenderse en este contexto.

Hemos sido educados para la fidelidad. El no serlo es visto como traición. Ahora bien: ¿transgrede los valores? ¿ traiciona lo social y la educación que recibió? o ¿traiciona el impulso y que precio paga por hacerlo? Y si no lo posterga ¿qué precio paga?. Son caminos diferentes que marcan estas fuerzas. La libertad debe tomar partido y actuar en consecuencia.

Los temas relacionados con este planteo son básicamente: la moral, la libertad y el amor. En ellos hay que reflexionar para llegar a una comprensión de la infidelidad. No olvidemos, además, el bombardeo a que estamos sometidos de estímulos netamente sexuales. La sexualidad, como un impulso en sí mismo, cada vez más se va abriendo camino. Los medios de comunicación que reflejan la realidad que vivimos avanzan en el tema, y no por una actitud perversa. O en todo caso, si es perversa, el ser humano compra la perversión, porque satisface en él un aspecto que le cuesta reconocer en si mismo, y la TV . por ejemplo, actúa como un espejo y pantalla donde se proyectan estos aspectos, a los cuales puede enfrentarse en la intimidad que establece entre él y el aparato donde nadie entra. Está todo permitido. Y por un proceso de identificación, por un ratito se compenetra con el asesino, con la víctima, con el héroe, con el infiel. Apaga el televisor y ‘vuelve' a su cotidianidad. Multiplíquese esta situación por miles de veces e imaginemos que le queda en esos ‘volveres' cotidianos . Pensemos . . .