Una mala noche

La noche no le había resultado placentera. Una pequeña frustración con su mujer estimuló en Pedro, chofer de la línea 36, un ánimo excitado esa mañana al iniciar su jornada de trabajo.

Transcurrida una hora de marcha sin sobresaltos se aproximaba a la parada en donde lo esperábamos yo y dos personas más. El hombre de campera azul levantó su brazo. Al advertir que el micro transitaba pegado a la línea divisoria de ambas manos y sin intención de detenerse, comenzó a agitarla en movimientos cortos de arriba a abajo, continuos, espasmódicos. Pedro, al parecer, dudó un instante, levantó el píe del acelerador -imagino- , el hombre detiene el movimiento de su brazo sin bajarlo, y en un instante decisivo, definitorio, el chofer, que había pasado una noche sin placer, acelera. Solo un gesto. No me incomodé pues otro micro de la línea 55 que también me llevaba a destino se aproximaba a cien metros.

Un ser humano, no pude precisar a la distancia si hombre o mujer, si joven o mayor, quien seguramente se había despertado esa mañana con sus sueños, sus ocupaciones, sus proyectos, había intentado cruzar la Av. D.Velez a la altura de Acoyte. Un colectivo de línea, conducido por el chofer Pedro, quien había pasado una mala noche, lo había tirado al pavimento. Un gesto, sencillo en su rebeldía, modificaba la historia. O quizá la hubiera modificado de otro modo de haber parado para que ascendiéramos yo y dos personas más.

Lo cierto es que el colectivo donde yo iba túvose que desviar a causa de los móviles policiales que ya interrumpían; el tránsito.

Al día siguiente, en mi caminata, vi al micro estacionado frente a la comisaría sobre la avenida. Una faja blanca impedía la apertura. Daños, se leía. Colgada del espejo retrovisor una fotografía familiar. Una mujer joven, sonriente abrazaba a dos niñas, seguramente una de ellas había escrito con marcador rojo: ¡Papá Pedro, maneja despacio, Te amamos!.-